domingo, 2 de octubre de 2011

MIS LECTURAS: "A su imagen" de James BeauSeigneur


¿Qué pasaría si Cristo estuviera de nuevo entre nosotros? ¿Impediría la escalada del mal, el azote del terrorismo, los conflictos internacionales, las disputas religiosas, el avance del terrorismo? ¿Qué milagros haría, más allá de sanar enfermos, curar ciegos y caminar sobre las aguas? ¿Sería capaz de frenar las nada halagüeñas profecías recogidas en el Apocalipsis, si éstas se fueran cumpliendo?
James BeauSeigneur (Estados Unidos, 1953) parte de esa idea base para formar una trilogía de la que A su imagen, es su primera y gruesa entrega. Una trilogía que lleva por título El cristo clonado, que a mí me parece que suena un poco a ciencia – ficción de gasolinera, sin el empaque titulador de compañeros de género como pueden ser Tom Clancy, Michael Crichton o Frederick Forsyth. Luego uno se pone con la lectura y ve que no es así, que ahí hay un libro serio, trabajado, previsto para el éxito, para ocupar una de esas pilas de las librerías cargadas de best-sellers. Un libro diseñado para venderse como rosquillas, de acuerdo, pero sin tomar al lector por memo, ni tratar de embaucarle con baratos juegos de prestidigitación en la línea Dan Brown.
Queda patente desde el principio que no estamos ante uno de esos libros de entretenimiento que prostituyen la Historia para confeccionar un relato más o menos trepidante, plagado de patochadas pseudorrigurosas. Se ve que el tal BeauSeigneur ha querido ir precisamente en la otra dirección, en la de la ficción, sí, pero avalada por hechos comprobables, al menos documentalmente. Así, es habitual encontrar pies de página con referencias a artículos científicos que avalan sesudas teorías y cuestiones como la Sábana Santa de Turín. También son numerosas las citas a la Biblia, algo que demuestra que el autor sabe de lo que se habla, que le gusta el tema y que lo ha convertido en materia novelable.
Así que bien, por ahí.
También se ve que el escritor conoce de cerca los entresijos burocráticos de los grandes organismos internacionales. De hecho, formó parte de la Agencia de Seguridad Nacional de EE UU, y habla con soltura de las cuitas internas de ese tipo de organizaciones, que en la novela se concreta en una ONU cargada de un prestigio y un poder del que hoy día no goza. Y aquí es donde el libro se enfanga en asuntos burocráticos de una geopolítica literaria que acaba por resultar plomiza. El cristo resultante de la clonación tras la manipulación de partículas adheridas a la Sábana Santa, ocupa el cargo de embajador de Italia ante la ONU, un puesto de gran responsabilidad, y de pronto la novela pasa a narrar las tensiones burocráticas de un mundo en crisis geopolítica de un modo verosímil, sí, pero demasiado técnico y, a ratos, bastante aburrido.
A esta primera parte de la trilogía le sobrarían unas cuantas decenas de páginas que redundan en el funcionamiento interno de ese mundo institucional, muy para amantes de las Relaciones Internacionales. Más aún cuando hablamos de una ficción, y los conflictos expuestos son meras fantasías del autor (basadas en ciertas predicciones del Apocalipsis, también es verdad). No obstante, se ve que el libro está escrito con honestidad, y eso hace que el lector, o al menos éste, se fíe de James BeauSeigneur. Apellido éste que se podría traducir comobuen señor, curiosamente igual que el del protagonista/Cristo clonado: Christopher Goodman. Coñitas al margen, se trata de un libro serio dentro del género ciencia-ficción-thiller-(geo)político, que gustará a los amantes de esta literatura de consumo, de esa con personajes planos y pocas licencias a la lírica, pero que disecciona con cierto arte algunas de las claves del mundo en que vivimos, y del que viviremos.
Dice el autor que estructuró la obra en tres partes por una simple cuestión de tamaño, de cantidad de páginas. Quizá haya también en ello una estudiada operación de marketing que sabe que tres best-sellers es mejor que dos, probable razón de un posible engorde de la novela a base de pedaleos institucionales al más alto nivel. Con un esfuerzo de síntesis, la obra ganaría notablemente. Sin embargo, como se dice en una nota inicial, astuta también si pensamos así, no podemos dar nada por sentado hasta haber concluido la obra completa. Y el autor logra despertar el deseo de acercarse a ese segundo tomo, quizá no imperioso, pero sí lo suficiente para convencer a más de un editor de lo acertado de su apuesta.

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