miércoles, 15 de abril de 2009

"El hombre que fue Jueves" y la cuadratura del círculo


Cuando alguien te recomienda un libro (e incluso te lo regala) es un osado. O te conoce muy bien. Imagínense que viene alguien y me regala un libro de Dan Brown o de Jorge Bucay. Yo no sé disimular demasiado bien la alegría, así que se me vería el plumero.

Yo tengo un amigo, hecho a través de la red, que creyó que me gustaría “El hombre que fue Jueves” de G.K. Chesterton. Acertó de pleno. Y sobre todo me dio una nueva dimensión del escritor inglés, cosas que se le escapan a uno cuando de adolescente leía “El Candor del Padre Brown”. Chesterton es sobre todo un escritor inteligente. No es un escritor intelectual. Creo que hay que dejar claro la diferencia.

“El hombre que fue Jueves” trata de un hombre que odia la anarquía. A los anarquistas. La anarquía de G.K. no es una anarquía al uso. No es un concepto político sensu stricto. Es la síntesis de todo lo que el considera sacrílego, más cercano al hombre que no cree en nada, al nihilismo, que al hombre de ideas utópicas. La historia avanza en una serie de enredos que llevarán al protagonista a infiltrase en el club de los dinamiteros, los enemigos del mundo, con el nombre clandestino de Jueves.

Chesterton es un escritor cristiano. Y es un cristiano renacido (como dirían los evangélicos, pues durante el principio de su vida fue agnóstico), y tiene la fuerza y el ímpetu de los conversos. La maldad intrínseca de unos hombres malos, que quieren acabar con el orden y la razón, que no emana de un estado, sino de las creencias, es atacada por Gabriel Syme, un poeta reclutado como espía por Scotland Yard.

La descripción de las calles de un Londres irreal, al mismo tiempo que auténtico, de las gentes, utilizando un humor finamente hilado, los posteriores descubrimientos en el club donde se infiltra y resulta ser elegido para cometer canalladas, y el gran final (que obviamente no contaré) hace de esta novela un memorable recordatorio que la palabra escrita es mayor que cualquier ideología, que cualquier creencia. Incluso creo que convence más a los que identificaría el autor como la maldad personificada (me incluyo) que los que puedan estar de parte de las premisas ideológicas y religiosas del célebre escritor inglés. Su ironía y la forma amena, tremendamente inteligente (repito esta palabra queriendo) de contarnos las rocambolescas historias buscando a Domingo, líder de la terrible asociación y el demonio encarnado, hacen de la novela sea impactante y estimulante para el lector.

La obra, en cierta parte reaccionaria, sería un vulgar panfleto, si no tuviera detrás a un autor (a la tercera va la vencida) inteligente, lleno de humor y de imaginación.

Porque convertir a un poeta desencantado en espía de Scotland Yard hace que todo sea como la cuadratura del círculo. Y Gilbert Keith Chesterton cuadra el redondel de una forma magnífica.


Recomendaciones del mismo autor (que yo haya leído):

Las aventuras del Padre Browm (varios libros)
El hombre que sabía demasiado.
El Color de España y otros ensayos.


Por si les interesa, más Chesterton en Mameluco´s Blog



2 comentarios:

Pedro Criado Rodriguez-Carretero dijo...

He leido el libro; me alegra que lo comentes en el blog.
Chesterton, no solo es un converso al Cristianismo intelectualmente, sino con hechos concretos en su Vida; que lo consolidaron en la verdad del Evangelio....en una Inglatera, de predominio anglicano...que ya tiene su merito...nadar en aquella epoca contra corriente... ahí que estar muy seguro y ser muy valiente.
Enhorabuena Morales por tú articulo.

Mameluco dijo...

Efectivamente, Pedro cambió del agnosticismo al Anglicanismo por influencia de su esposa, y después dio el salto al Catolicismo Romano, más cercano a su forma de ver el mundo. Y realmente fue un católico convencido, fundando junto a otros el Distributismo, una tercera vía en aquella época de enfrentamiento Socialismo-Capitalismo, que se basaba fundamentalmente en la doctrina social de la iglesia. Pero tampoco era tan raro ser católico en Inglaterra a principios del s. XX. Ahora es aún más fácil, pues hubo conversiones masivas al catolicismo -incluido el clero- por aquello de que las mujeres puedan ser sacerdotes.