viernes, 15 de enero de 2010

¿Será verdad que somos así?




Antonio Millán Aranda


EL DÍA DE LA PRESENTACIÓN DEL NÚMERO CERO DE “LA REVISTA”, el Presidente del Círculo de Artesanos, la ofrecía abierta a todas las opiniones y temas, con alguna limitación, la política. Creo que se refería a ésta y un acompañante, a un, muy fiel, la refriega verbal. Es difícil en sus distintas acepciones, encontrar un tema o dar una opinión que no estén impregnadas de la “cosa pública”.

Tras este obvio preámbulo. De lo que me gustaría opinar es de un sujeto básico como eslabón social, origen y fin de casi todo. Hoy ninguneado, casi marginado, o autoexcluido, de forma individual y también colectiva. En especial de aquellos, de la misma especie cívica, mayoría más que absoluta, sin cargo público o representación delegada.

Sí, quisiera dar mis opiniones, como observador de a pie, sobre nosotros los CIUDADANOS. No es mi intención hacer un análisis exhaustivo de esta figura. Intentaré centrarme en las vicisitudes y dolencias actuales para el desempeño de sus funciones.

No corren buenos tiempos para el ciudadano. En esta época están coincidiendo factores, circunstancias y modas, unas veces interesadas y otras no, que no ayudan a fijar las cualidades y virtudes del individuo social.

Empezando por la educación. En los treinta años de democracia las reformas que han realizado los dos grandes partidos políticos no han funcionado, ni en la formación de conocimientos, ni en crear las bases de entrenamiento para los usos de capacidades: pensar, decidir por sí mismo y convivir con los demás, etc.

Los padres, como parte básica de la comunidad educativa, hemos pasado de la rigidez y carencias de nuestra educación familiar, a la permisividad y bajo nivel de exigencia más absoluta con nuestros hijos. En muchos casos abdicando esa responsabilidad en los profesores y resto de la sociedad. Se nos olvida algo que vemos todos los días en nuestros campos: “El tutor: sujeta, orienta, sostiene, cuida su crecimiento y guía lo que es un proyecto de árbol”. Para un proyecto de ciudadano.

Tampoco ayudan los medios de comunicación, los poderes públicos y el resto de la sociedad. Los poderes públicos, aunque gasten cantidades ingentes en campañas de publicidad, yo diría de propaganda, comunicando al ciudadano sus logros y mejoras, trata a éste, más como “cliente” que como parte activa del gobierno de las instituciones.

Los políticos y los partidos son imprescindibles en una sociedad democrática, pero en demasiadas ocasiones se olvidan del interés general, se dirigen a la ciudadanía para mostrar y escenificar su guerra con el partido contrario, utilizando un lenguaje ofensivo, insidioso e insultante. Escamoteando de esta manera la información razonada de sus propuestas. Sus comparecencias públicas carecen de la exposición sencilla y clara, sin intención pedagógica, de los temas que nos afectan. Es frecuente una construcción del mensaje en forma suave o figurada, que ahora llaman “Políticamente correcto” para evitar así, según ellos, que se escandalice la ciudadanía. No facilitan al ciudadano el ejercicio de análisis de las opciones. Prefieren motivar o “calentar” al ya convencido.

En general, tampoco, en los últimos tiempos, los medios de comunicación ayudan a una ciudadanía bien informada. Con demasiada frecuencia no desarrollan su función social de control que tienen asignada, llegando en algunas ocasiones a la manipulación, incluso intoxicación. En ocasiones son correa de transmisión “informativa” de los grupos políticos. En otros casos son los partidos quienes siguen las estrategias que marcan los medios. Hoy es necesario y obligado para poder tener opinión sobre un tema contrastar varias fuentes informativas. Por no hablar de los contenidos zafios y de mal gusto.

Podríamos hacer una relación interminable de agresiones y engaños al sufrido ciudadano, con mensajes publicitarios repetidos hasta desactivar el sentido común: “Hágalo sin esfuerzo”, “Aprenda sin esfuerzo”,” Adelgace sin esfuerzo”, “Crédito fácil en 24 horas”, “Compre hoy y pague como quiera”, etc. También la manipulación con el objetivo descarado de crear la “Realidad virtual” o intento de que sólo sea real lo que sale en televisión, e intentar convencernos de que esa híper-realidad o realidad virtual lo es más que la propia realidad.

Eufemismo según el diccionario de la RAE: “Manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca exposición sería dura y malsonante”. Cada día es más utilizada esta estrategia dentro de lo que llaman perversión del leguaje, en una larga lista de tergiversaciones, eufemismos, dobles sentidos y mentiras, con el único fin de engañar al ciudadano y anular su conciencia. Ejemplos: “Limpieza étnica”! en realidad no quieren decir asesinatos por religión, raza u otra causa, “Guerra humanitaria” ! no quieren decir exterminio por causas inconfesables. “Fuego amigo” ! te matan los “buenos”. “La indiferencia es una de las características de la modernidad” ! Quieren justificar el rechazo a la opinión pública. ”Contabilidad creativa”! Fraude contable. “Precariedad laboral” ! Explotación laboral. Y así podríamos hacer una larga lista.

Sería muy prolijo detallar el extenso muestrario de manipulaciones y engaños, más o menos sutiles, que de forma cotidiana e interesada acechan al ciudadano.

No es mi intención recrearme en un inventario de lamentaciones sobre las maldades y trampas al libre albedrio del individuo. Por el contrario, me interesan más los conscientes en su entorno, convencidos de la cultura del esfuerzo para una libre realización personal, que ponen su granito de arena para la convivencia y adaptación de una sociedad que necesita evolucionar a mejor. Como dijo Antonio Gramsci: “Frente al pesimismo de la razón, el optimismo de la voluntad”.

No todo son derechos para el ciudadano, también tenemos obligaciones, aunque se hable poco de ello. Debemos asumir nuestra responsabilidad en la consecución del bien común; para ello, una de las primeras obligaciones es defender precisamente los derechos básicos del individuo, obtenidos por el esfuerzo de generaciones anteriores. Para este fin, es necesario mantener entrenada la conciencia crítica y la formación continua, componentes básicos del hombre libre.

Tanto en el ámbito privado como público, es muy frecuente observar como abdicamos de nuestras responsabilidades. Cuando nos afecta este mal de “despreocupada delegación” ponemos en manos de maestros, funcionarios, políticos, vecinos, familia, etc. parte o la totalidad de nuestros deberes cívicos. Con esta conducta firmamos la renuncia a las obligaciones de ciudadanos. Esta dolencia suele ir siempre acompañada de secuelas, cuando las cosas no funcionan, en forma de exigencias posteriores. Escondiéndonos así en el tan socorrido “La culpa la tiene el otro”. No es ético ser exigente con los demás, cuando no lo somos con nosotros mismos.

Es importante estar alerta a los cambios que intentan consolidarse en la sociedad, unos naturales o evolutivos y otros interesados, programados por “creadores” de todo tipo. Cuando un cambio viene de un modo lo suficientemente lento escapa a la conciencia, y no provoca en la mayoría de los casos, ninguna reacción, ninguna oposición. Olivier Clerc lo explica muy bien en la fábula de la rana que no sabía que la estaban cocinando…

La sociedad formada por individuos como células vivas, cambia y evoluciona constantemente, también los ciudadanos están sujetos a este ciclo natural. Por ello, la ciudadanía no debe tener una actitud dogmática o cerrada al debate. Una fórmula que utilizamos poco en estos tiempos y que fue habitual para ayudar a la articulación social, consiste en que mi vecino sepa lo que pienso de un tema que nos afecta a los dos. No podemos olvidar que el objetivo base de la sociedad es el bien común. Alguien dijo que no se pasa del yo al nosotros sin dejar en el camino parte de nuestra libertad.

Hoy, sin darnos cuenta, somos medidos y observados como individuos, agrupados en multitud de segmentaciones: edad, tamaño de población, formación, ideas políticas, a qué hora vemos la televisión, que canal, que periódico, que artículo leemos, que consumimos, que marcas, etc. Por medio de encuestas, con periodicidad incluso hasta diaria, financiadas por muchos y diferentes “Grandes Hermanos” Orwelianos: Instituciones públicas, Partidos Políticos y Empresas. Conocen casi todo de nosotros, les interesa la “fotografía del momento”, pero sobre todo la evolución de nuestra opinión, nuestro criterio, nuestra conciencia social, nuestra actitud ante los cambios rápidos y lentos, que consumimos y que estaremos dispuestos a consumir. Tengamos la seguridad que las empresas cambiarán rápido sus estrategias de productos y precios, en función de nuestros criterios de demanda, aceptación o rechazo. Los políticos e Instituciones también modificarán sus estrategias y objetivos, aunque algo más lentos. En definitiva EL PODER no quiere en la sociedad moderna choque frontales con la ciudadanía, le interesa más la imposición tangencial o sutil. Adaptarán sus objetivos, crearán otros nuevos, para mejorar intereses de todo tipo: económicos, de imagen, políticos, etc., en espera de que los ciudadanos nos dejemos “convencer”.


No todo es negativo en la herramienta de los sondeos de opinión; han sido muy positivos y lo seguirán siendo para evitar errores de estrategias o imposiciones. Han evitado algún fracaso que otro, y alguna revuelta por parte de los ciudadanos. Su eficacia social dependerá del nivel de concienciación de todos.

Hoy “El Poder” lo tiene algo más difícil para poder hacer llegar sus mensajes, o escamotear información, gracias a herramientas como Internet: El boca-boca es infinitamente más rápido, un ciudadano puede colocar un video en YouTube o enviar un mensaje por Twitter, y en pocas horas lo pueden ver millones de personas, rompiendo así cualquier estrategia, o “error”, de Empresas, Instituciones o Políticos.

Haciendo bueno el dicho popular, siempre he creído que a medio y largo plazo tenemos la sociedad, los políticos, los funcionarios y hasta la economía, que nos merecemos, en función de nuestra calidad como individuos. En algunas regiones y en países europeos del norte, sus sociedades han creado anticuerpos que evita la baja calidad colectiva. Posiblemente porque enfermaron hace mucho tiempo y hoy tienen mayor grado de inmunidad.

Aun pecando de reiterativo, creo muy necesario tanto para la vida personal como social, el cultivar un equilibrado espíritu crítico y hábitos de formación, como componentes básicos para la evolución de una sociedad justa. Seamos optimistas y creamos como nuestro paisano Séneca, que “La persona es artífice de su propia vida y responsable de su propio destino”.

Ruego disculpen lo extenso de estas observaciones personales. Pero he de confesar que de lo que me gustaría hablar es de nosotros los ciudadanos de Castro, aunque tendré que esperar al próximo número de “La Revista”.


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