jueves, 18 de junio de 2009

Mis lecturas: A los cuatro vientos


En la plomiza sieta de este bochornoso 18 de Junio acabo de cerrar la lectura de este libro con el siguiente y significativo párrafo: "Los niños juegan en la plaza que hay cerca del mercado. Son tantos los nacidos después del bombardeo que Justo Ansotegui tiene la sensación que Dios está replantando al pueblo de Guernika. En algún momento, por fortuna, superarán a los que estaban allí antes de la catátrofe."
El árbol junto a la casa de Juntas de Guernica, el célebre cuadro de Picasso "La muerte de Guernica" y el caserío Errotaberri, cerca del monte Oiz (Vizcaya), sobrevivieron al bombardeo y a la destrucción de dicho pueblo el 26 de abril de 1937, convirtiéndose de este modo en símbolos de la Guerra Civil española y la intervención alemana.
La familia Ansotegui –el abuelo Pascual y la abuela Angeles, con sus tres hijos Justo, Josep y Xabier y su nieta Miren–, sin ser culpables de nada, cargarán con la responsabilidad del bombardeo sin poder olvidar jamás lo ocurrido. Desde 1893 hasta 1940, el hermano mayor, Justo, se hará cargo del caserío, como era tradición en aquella época, y mantendrá vivo el espíritu de su hogar conviviendo con su mujer, su nieta, amistades del pueblo,...

La trama va más allá y, en una conjunción de ficción e historia, las páginas me desgarran con sus palabras el sosiego de mi estilo de vida actual y abren mi memoria al sentimiento de una fecha desconocida. Como nos muestra la sinopsis: “lunes 26 de abril de 1937. Las bombas se oyen silbar en el despejado cielo de Guernica… Los edificios, los paseos, el mercado… lugares que serán reconstruidos, aunque las personas muertas no podrán ser nunca reemplazadas. Y es que hay momentos de la historia que determinan el destino de todo un pueblo”.
Y entre lauburus, jotas, pescadores de Lekeitio, alzacuellos, caseríos y el árbol de Gernika se nos cuela, de vez en cuando, el genio de Pablo Picasso y el génesis de su lienzo más mundialmente conocido.
Lo más curioso es que su autor no se apellida Bolingetxea o, tal vez, Bolingaitua. Boling, sin más. Y Dave por nombre. Nacido en Chicago, residente en el estado de Washington, se casa con una descendiente de pastores vizcaínos que emigraron a las montañas del Oeste americano. Al buscar un tema para su primer libro lo encuentra en la cultura vasca que le ha impregnado desde hace tiempo.
Entrañable en lo humano, desgarrador en lo histórico.
Una pega: es admirable como un escritor de Estados Unidos sepa tanto de las costumbres e historia del pueblo vasco. Ha sido asesorado por su familia, casado con una descendiente de vascos emigrados en EE.UU y se ha documentado en el centro de estudios vascos de Nevada, pero no deberían de haberle hecho caer en el error de separar las nacionalidades vasca y española.
MI VALORACIÓN: 8 sobre 10.
En definitiva es un libro que me ha sorprendido pues es de los pocos que comencé a leerlo con un predisposición y acabo con otra agradable y totalmente distinta.
¿Pasará lo mismo con el que acabo de comenzar?: "Historia de España" , colaboración entre Cesar Vidal y Jimenez los Santos, basado en el programa radiofónico "Breve Historia de España para inmigrantes, nuevos españoles y víctimas de la Logse"... Ya os contaré.
Un saludo

1 comentario:

Mameluco dijo...

No, lo más seguro es que Fede y el Dottore Vidal caigan en otros errores de peso, pero en ese no.
He ojeado el libro en la tienda de mi primo, y me parece de una simplicidad que asusta -incluso a los que ni somos nuevos españoles, ni inmigrantes, ni tan siquiera estudiantes de la LOGSE-.

Por cierto, que en Castro tenemos un lauburu en la Calle Cristo. Viendo un día fotos que hizo mi padre, en la hornacina del santo me encontré con el símbolo. Me resulto curioso. En El País Vasco es utilizado a gran escala, y no solo por motivos políticos -que mucho-, sino también por tradición. Es un símbolo de buena suerte (como todas las esvásticas).