lunes, 11 de mayo de 2009

El Círculo de Artesanos con la Cultura

Colaboración de Francisco Morales Basurte con La Revista nº 0:

No son por cierto los tiempos que corren como los de la sociedad castreña de los años cincuenta del siglo pasado. Bueno, de la sociedad castreña y de la sociedad española en general; en todos los ámbitos y, por supuesto, en el cultural. Bastante daba qué pensar en cómo subsistir en una depauperada situación económica que aún vivía los coletazos de una atroz y prolongada posguerra, para que la mayoría de nuestros mayores se distrajera en divagaciones culturales. Y para los menores, adquirir en la transcendental etapa de la infancia y la adolescencia una instrucción y una cultura que se saliera de lo elemental –y muchas veces ni eso- era patrimonio de clases sociales privilegiadas. Porque ¿cuántos escolares no acababan sus cursos de primaria, que abandonaban antes para ayudar al sostenimiento familiar, con una temprana incorporación al mundo del trabajo?... Muchos. ¿Quiénes tenían la suerte de continuar con el bachillerato?... Pocos.  Y ¿quiénes eran los privilegiados que accedían a una carrera?... Menos aún; lamentablemente tan pocos que podían contarse con los dedos de las manos. Conste que personalmente me pude dar por satisfecho porque sólo fue la última cuestión la que no pude lograr, aunque para el cumplimiento de la segunda –el bachillerato- tuve que robar muchas horas al descanso y al tiempo libre, pues había que arrimar el hombro y contribuir a la actividad que sustentaba la familia.

En este desolador panorama, de escasa aproximación oficial de la cultura al pueblo, iniciativas particulares contribuyeron a satisfacer el ansia de conocimiento de muchos castreños, para alcanzar una formación algo más extensa a la que habían tenido la oportunidad de conseguir. En estas iniciativas hay que señalar especialmente la creación del Círculo de Artesanos, que aparte de sus naturales objetivos de convivencia, esparcimiento y disfrute del ocio, se preocupó desde el primer momento en acercar la cultura a sus socios.  Y dentro de la escasa permisividad gubernativa del momento (no hay que olvidar que por motivos políticos hubo de cerrar sus puertas recién abiertas en 1956 para reabrirlas en 1957), que miraba con lupa cualquier proyecto, se organizaron distintos actos: alguna conferencia, concierto o recital poético (recuerdo lejanamente uno a cargo de Tadeo Sánchez-Rincón, uno de los fundadores del Círculo, en unión del poeta castreño Rafael Millán, aprovechando una visita de éste hacia 1958). Posteriormente se fueron repitiendo de forma esporádica actividades de esta índole, que no señalo ahora por haber reflejado las más interesantes en un artículo aparecido en la revista de Feria Real del año 2007, con motivo del 50.º aniversario.

Lo que si quiero repetir ahora aquí es la labor realizada por su pequeña biblioteca, en sus inicios dirigida por José Córdoba “el fotógrafo”, que se nutrió, aparte de las adquisiciones que permitieron su escasa disposición económica, de las donaciones de sus mismos socios (la primera que consta fue la realizada en mayo de 1958 por Don José Navajas Fuentes, veterinario, miembro de la Real Academia de Córdoba y socio fundador). Es notoria la importancia que la lectura tiene para enriquecer nuestro bagaje instructivo, y en una época en que la tenencia de libros estaba al alcance de muy pocos y la biblioteca municipal, por su ordenamiento y horario, tenia escasa penetración, la de Artesanos, dentro de la modestia de su fondo, fue un auténtico foco de iniciación a la lectura para el sector social que representaba. Guardo gratos recuerdos de ella, como lector y como colaborador –siendo hijo de socio- del bibliotecario Joaquín Caravaca Delgado en 1962, que después repetiría con Francisco Bravo Alarcón en 1966 y 1967. 

Otra loable iniciativa que quiero destacar también se remonta a 1958, en que la junta directiva en reunión del día 10 de noviembre, acuerda: “abrir unas clases nocturnas para la enseñanza de Aritmética y Dibujo a aquellos socios e hijos que lo deseen” (el acta no refleja a cargo de quién estarían, pero no hay que ser muy perspicaz para suponer que detrás de esto estaría la mano de un destacado socio fundador, Fernando Garrido Navarro el agrimensor, cuya labor docente en estas materias y la de otro socio -Juan García Cañete- en Gramática y Latín, prometo recordar más detenidamente en otra ocasión).

Alguna repercusión tendría la labor de Artesanos en la cultura y formación de sus socios, cuando el gobernador civil de la provincia se dirige al Círculo con una interesante propuesta, que se somete a su junta directiva en reunión de 23 de julio de 1961, de cuya acta transcribo literalmente sus términos: “Que es deseo de la primera autoridad de la provincia establecer una Escuela Profesional en esta población, subvencionada por la misma. Y creyendo éste el centro más adecuado para ello por contar entre los componentes del mismo personal idóneo para atender tales clases con el mínimum de gasto y ello redundar en beneficio, por ende, de los hijos de socios y castreños en general, propone se haga el estudio necesario sobre ello y de creerlo oportuno se convoque junta extraordinaria a la que se deberá invitar, para conseguir amplios detalles y apoyo, al Sr. Alcalde y Jefe local del Movimiento y al secretario de dicha jefatura y delegado sindical, acordándose que tal propuesta quede en estudio por razones del local.”  (Este proyecto no se llevó a cabo y más tarde pasaría a manos del sacerdote Don Juan Bravo Carpio para una escuela profesional, antecedente del I. F. P.).

Pero dejemos ya estos apuntes del pasado y volvamos al presente. ¡O más bien no! Enlacemos el pasado con el presente y preguntémonos: ¿qué opinarían aquellos puntales de la cultura de Artesanos en sus comienzos con la aparición de esta revista? Seguro que pensarían que su labor no cayó en saco roto y que nunca es tarde si la dicha es buena. Seguro también que la acogerían con gozo por estar en sintonía con sus propósitos y que colaborarían con sus escritos. Contar hoy con sus firmas sería un lujo. Y como esto no es posible, propongo a la redacción que buceemos y saquemos de nuevo a la luz en esta publicación algunos de los artículos que en su tiempo escribieron.


2 comentarios:

Paco Cañasveras dijo...

Con apenas once años, una de las lecturas que más me impresionó, fue la de Los Miserables, de Victor Hugo. Recuerdo que en aquellas fechas se emitía por Radio el serial del mismo nombre. Los dos volúmenes de que constaba la obra los retiré del Circulo de Artesanos. Ante la ausencia afortunada de TV, con una modesta luz de 125 watios, puse rostro e imaginación a Cossette y a tantos libros retirados de esa biblioteca.Una modesta biblioteca, pero la única fuente, al menos que pude conoceer en el pequeño y limitado mundo de la infancia. Recuerdo que en aquel tiempo leía también con frecuencia Selecciones del Reader´s Digest, al que seguramente estaría suscrito el Artesanos. Mi infancia transcurrió entre el jardinito y el Artesanos, por lo que cualquier evocación, como los recordados bailes de Carnaval, la siempre repleta sala de Televisión o el patio con sus jazmines, me llevan a abrir de nuevo ventanas en los reconditos espacios de la memoria.

Mameluco dijo...

Selecciones, ¡que gran revista!, siempre había alguien atrapado en la nieve, o que había sufrido un accidente de helicóptero.
Además enriquecías tu vocabulario, te daban citas citables y donde la risa era remedio infalible.
Además te vendían música clásica y la magia de la estereofonía...

Y en realidad es una publicación, y no me lo invento, alentada por la CIA en la Guerra Fría. Es curioso, pero si examinas un número al azar, como ha hecho el autor del artículo del enlace, es verdad.
De eso no nos dábamos cuenta de niños - que era cuando yo la leía- (yo al menos).