jueves, 21 de mayo de 2009

Muerte de un psiquiatra

Essos reyes poderosos
que vemos por escrituras
ya passadas,
con casos tristes, llorosos,
fueron sus buenas venturas
trastornadas.
Assí que no hay cosa fuerte,
que a papas y emperadores
y perlados,
assí los trata la muerte
como a los pobres pastores
de ganados.

Jorge Manrique
Coplas a la Muerte de su Padre


Ha muerto Castilla del Pino. Eso lo sabemos todos los de este pueblo, y sin entrar en disquisiciones de otro tipo, se ha muerto un castreño más –él lo era de adopción-. Hay gente que no lo considerará así, pues era una persona bastante encerrada en su mundo, en su microcosmos de la Casa del Olivo, y bien es verdad que en este pueblo es y será siempre un personaje controvertido, como lo fue la mayoría de las veces en su vida.


Pero nuestro vecino era un psiquiatra importantísimo, un eminente escritor y académico en la Real Academia Española, y quizás por eso debamos dar la noticia en nuestro blog, que no deja de ser algo vivo de Castro del Río, y que sirve para dejar constancia de los hechos ocurridos.

Yo, a nivel personal, podría hacer una narración de nuestro lazo médico/paciente, pero no creo que este sea el lugar indicado, pues ya tengo mi bitácora personal.

Lo que no se puede decir es que no haya hecho cosas por este pueblo. Algunos se echarán las manos a la cabeza, pero poder disfrutar de Haro Tecglen, de Román Gubern, de Juanjo Millás y de tantos otros (he nombrado a los que yo seguía, al menos radiofónicamente) , en nuestro pueblo, fue propiciado por él. Si, se están diciendo a sí mismos que todos cojean del mismo pie. Pero ¿qué le hacemos? Castilla del Pino traía a sus amigos para esos seminarios sobre La Palabra . También es importante reseñar el Congreso Cervantista (La construcción del personaje en la obra cervantina) que organizó y que puso a Castro en el mapa del país imaginario y real de Don Quijote.

Sea como fuese, Castilla del Pino ha sido un castreño más, que dejó la capital para buscar un refugio ideal, tranquilo, en el Llano Convento, entre paredes encaladas y muebles de madera de olivo, tan nuestros, donde poder hacer y escribir a sus anchas. Lo consiguió –su maravilloso primer libro de memorias Pretérito Imperfecto, así lo atestigua-. Y con su vida y su obra, y ahora con su muerte, ha propagado el nombre de nuestro pueblo por todos sitios.

Démosle, al menos, ese mérito.



La frase de su plaza, que nos retrotrae a retazos manrequistas de la vida de la fama, es bien cierta. Mientras le recordemos permanecerá. Al menos, yo me acordaré de él y de la puerta de armario llena de relojes que había en su consulta. Porque no hay inmortalidad, sino recuerdo.


1 comentario:

Francisco Cañasveras dijo...

Para muchisimos castreños, no nacidos aquí debe ser doloroso y molesto escuchar " no era de aquí", cuando el nacimiento es algo fortuito y si no fuese por el truco de inscribir a los nacidos en Córdoba o en Montilla,como naturales, pronto no habría un D.N.I que pusiese como lugar de nacimiento Castro del Río. Castilla nos escogió como lugar de retiro en su "jubilación", teórica, porque en la práctica estuvo hasta el último día trabajando.
Que era una persona que llevaba una vida discreta y al interior, es cierto, pero es que estos personajes que podriamos denominar en el capítulo de "los sabios", aprovechan su tiempo hasta el último segundo. El era una persona obsesiva con el tiempo y la puntualidad. Su concepto de las personas las entrocaba con este sentido de la responsabilidad. Aunque aparentemente era una persona hosca en el trato directo era afable y muy cercano. Estos días he escuchado de ls personas que trabajan en su casa del olivo, comentarios muy elogiosos hacía su humanidad, personas quehan llorado sensiblemente su pérdida.
Gracias a Castilla por Castro han pasado una legión de intelectuales, escritores, pensadores.... nunca se podrá agradecer suficientemente el legado y la huella que ha dejado.